Nora Perlé: «La locución no es un trabajo, es un milagro de la radio»
DÍA NACIONAL DEL LOCUTOR
En 2019, la «Dama eterna de la radio», Nora Perlé, celebró 60 años en la profesión. La reconocida locutora nacional ganó 9 Martín Fierro por sus programas. Desde hace 19 años su programa en Mitre acompaña los fines de semana a millones de solitarios y en el «Día del Locutor», brindó una entrevista a Sudamericana contando cómo vive su trabajo como pasión desde hace tantos años.
Lidia Nora Zisman, “la mala influencia de los setenta”, desde que el ISER le otorgó matrícula de locutora, hace 60 años, es Nora Perlé. A los 79, su voz, intacta, sigue emanando sensualidad. Increíblemente, nunca ganó un Martín Fierro como locutora o conductora. Lo ganaron sí, sus programas. Tiene nueve estatuillas del gaucho, además de plaquetas, micrófonos de bronce y otras cuantas distinciones que ocupan once metros de una de las paredes de su departamento.
“Con esa voz, usted va a llegar lejos”, le decía su profesor Juan Ramón Badía, el padre de Juan Alberto. Nora no se mudó de ciudad, ni de país, pero la distancia a la que se refería Don Ramón tal vez tenía que ver con lo temporal, con la permanencia. En seis décadas, vio nacer la Frecuencia Modulada, Internet, los podcast, vio morir o rebautizarse a cien emisoras. Y fue testigo de la destrucción de más de un paradigma: hace unos años recibió el premio Santa Clara de Asís, otorgado por su antes detractora, la Liga de Madres de Familia.
Nora se llama así por el personaje de Casa de muñecas, de Ibsen. Adoptó el Perlé de su madre, polaca. Nació en el Hospital Rivadavia y creció hasta los siete años en “una casa de inquilinato” en Boedo. Padre peluquero, escuela pública en el nivel primario y secundario. La segunda parte de su infancia transcurrió en Vicente López. Se recibió de profesora de piano y ejerció como maestra en escuelas del Conurbano. El futuro, por entonces, parecía estar ligado al Conservatorio de Danzas Clásicas. Todos los días tomaba el tranvía 30 desde Olivos hasta el Cervantes. A la hora de las pruebas para llegar al Colón, su madre le advirtió que una bailarina tenía “una vida profesional tan corta como la de un futbolista”. Cambio de dirección para “Coqui”, como la llamaban.
Se empleó como asistente de un odontólogo –que a su vez era periodista y locutor, Ricardo Cánepa- y el éter se le apareció como opción entre prótesis y tornos. No había día en que no desfilaran por el consultorio las figuras de la radio y la televisión. «‘Vos tenés que inscribirte en el ISER’, me repetían. Tanto insistieron que me anoté. Yo era una chica de pelo largo, curvitas delicadas, cintura 55, era linda, pero tenía la voz de las salchichitas de Viena», se ríe.
Su debut radial fue en el edificio de Radio Del Pueblo, en una suplencia en lugar de Tita Armengol para Radio Antártida, en 1960. No paró. Llegó a prestar su garganta 11 horas al día. “Cuando me había divorciado, por ejemplo, necesitaba trabajar más que nunca e iba de 0 a 5 a Splendid, descansaba un ratito en el auto, y a las 6 entraba en Del Plata hasta las 12”. Miss Ylang y su música durante siete años, Las 7 lunas de Crandall -en reemplazo de Elizalde- por 16 años. Maternidad y trabajo full time compatibilizados. Es madre de dos mujeres (del matrimonio con Anselmo Marini). Desde hace 37 años comparte la vida con Ismael Hase, dramaturgo y abogado.
La dama del aire será para siempre, además de la reina de las buenas formas, la que cayó en la trampa de un impune ocurrente. Hace unos años, un gracioso escribió simulando ser un grupo de amigos («Micho, Tito, Negro, Gordo y Cabezón», tal como leyó ella con inocencia en vivo). El falso saludo terminó por hacerla popular entre las generaciones que nunca encendieron una radio. El «accidente» radial quedó en la historia y ella le demostró a su audiencia su altura: sabe reírse de sus propios traspiés.
Cuenta durante la entrevista con Sudamericana, “Fui creciendo y evolucionando con la radio”, sin dudar de la necesidad de aggiornarse con el avance de la tecnología al trabajo radial. En este punto, no dudó en definir a su la voz como “el primer instrumento y la melodía la palabra”, con las cuales hace 19 años realiza, por ejemplo, su programa con lo que da a llamar como público “los escuchadores”.
Como mensaje celebra realizar su trabajo día a día, “la locución no es un trabajo, es un milagro de la radio y amo hacer lo que hago” y sostiene que el secreto esta en “ser uno mismo, no buscar imitar, sino hacer lo que uno siente bsucando siempre la autenticidad”.